Mi nombre es Javier Antuña Fernández. Me considero un tipo tranquilo y muy familiar (de ahí, de la herencia de apellidos viene mi «Anfer»). Alguien a quien le apasiona el deporte. Desde pequeñito he practicado varios a nivel federado como atletismo, judo o balonmano (deporte que he practicado durante más de 15 años). 

Además de haber entrenado y competido en los anteriores, debo a mi padre horas y horas de muchos otros deportes, saltar a canasta, empuñar la raqueta o golpear a portería. Con la diversión como única meta (mientras seas niño, puede que no aprecies eso como un tesoro, pero el tiempo te hará ver que lo es, y de los que más brilla).

A mi madre le debo mucho… quizás decir que le debo «todo» sea más acertado. En referencia al deporte, solo contaros que el hecho de tener siempre un abrazo, beso o consuelo, fuera como fuese mi rendimiento ese día, es algo impagable. A muchos os podrá parecer algo normal pero, por desgracia y tras muchos años trabajando en este mundo, he visto que es algo reservado solamente para los más privilegiados.

Por completar mi familia, y seguir contándoos «Sobre mí», deciros que tengo una hermana pequeña. La describiré rápido, ella ha cogido todo lo bueno de nuestros padres, de ambos… con lo que el resultado final es sencillo de imaginar. Una cosa no quita a la otra, así que no nos engañemos… hemos discutido y nos hemos peleado cientos de veces, pero lo mejor de todo han sido los cientos de reconciliaciones.

Dese que finalicé mis estudios y arranqué mi camino en el mundo de la psicología deportiva (allá por el año 2012-2013) he tenido cerca otra persona que se ha ganado a pulso entrar en esta descripción. Cuando digo haberla «tenido cerca», es mi forma de describir un apoyo incondicional, una valoración siempre certera y constructiva, un hombro donde lamentar y una inteligencia y una fuerza que me siguen aportando luz, cuando a la habitación le da por oscurecerse.

A todos ellos (y a algunos más que no he incluido aquí), les debo todo esto. Les debo poder tener un «Sobre mí» del que estar realmente orgulloso.